sábado, 12 de julio de 2008

Juicio ante la realidad argentina

El freno a un poder sin razones es un pueblo educado en la constructividad social

Decía el padre Luigi Giussani que las pruebas y dificultades que aparecen en la realidad histórica revelan qué es lo que verdaderamente sostenemos como importante, justo y verdadero. Por lo tanto, revelan nuestro verdadero interés supremo.

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A esta altura del largo y casi incomprensible conflicto (por injustificado y evitable) iniciado entre el gobierno nacional y los sectores agropecuarios, que ya engloba a transportistas, industrias, comercio, administraciones locales, dirigentes de todo tipo y ciudadanos de a pie, preocupa la concepción y praxis de la función pública confiada por el voto popular que revela el gobierno.

Junto con los Obispos argentinos, sostenemos que un retorno sin vueltas a las instituciones de la República, tanto en el gobierno nacional en sus tres poderes como en el fortalecimiento de los gobiernos federales, es el camino posible y urgente de solución, mediante el debate, el diálogo y el compromiso común, recuperando la representatividad para superar este estado de asamblea permanente. La tarea insustituible de la promoción y custodia del bien común no puede ser dejada de lado por las autoridades para abocarse en una demostración de fuerzas con importantes sectores de la sociedad argentina.

Sin embargo, el camino emprendido por el gobierno ha sido el de dar saltos hacia adelante sin enfrentar la realidad del presente. Así, los anuncios aparecen en forma unilateral, sectorizados, como propaganda política que gira alrededor pero nunca tocan el punto de debate central.
Pero en esta fuga utópica que no ayuda a resolver las causas del conflicto, las señales de la característica esencial del gobierno son cada vez más evidentes:


● Se ha transformado de gobierno nacional en gobierno de facción, de partido. En efecto, las aseveraciones oficiales de los últimos días han sido primero declaradas por el partido justicialista, transformado de hecho en el vocero del gobierno, utilizando a ministros y gobernadores afines como propaladores principales.

● Intenta reemplazar al bien común por un proyecto impuesto desde el Estado. La legitimidad del ejercicio del gobierno no incluye que la sociedad toda deba acatar proyectos que atenten contra la sana, libre y solidaria construcción social. Es la sociedad, no el gobierno del Estado, la que construye el bien común. La tarea de la función pública es favorecer, custodiar y orientar esta construcción, no sustituirla; interviniendo con acciones estratégicas que los organismos y grupos sociales no puedan proveerse por sí mismos .

● Se desconoce cualquier razonabilidad o justicia en reclamos, opiniones o llamados a la revisión de lo actuado, descalificando al interlocutor pero sin atreverse a confrontar la verdad de los mismos (como sucedió con el defensor del pueblo, los obispos, algunos dirigentes y ciertos funcionarios provinciales).

● Sobre todo, ha faltado a una principalísima tarea de los gobernantes: buscar la pacificación social. En cambio, ha insistido en ahondar las diferencias y ha colocado a todo aquel que no se pliegue al proyecto oficial en la vereda de los enemigos del pueblo, exacerbando el conflicto en una espiral preocupante, tratando de imponer la concepción de que el Estado es el pueblo, el gobierno es el Estado y el partido es el gobierno, es decir, el partido es el pueblo.

En este tiempo de confusión, es necesario mirar aquellos lugares donde el pueblo es educado en una pasión por la verdad en libertad, solidario con todo aquel que encontremos en el camino. Lugares, que teniendo como principal interés la persona concreta, permiten sostener esta esperanza de edificar una casa más habitable para el hombre, libre, constructor inclaudicable, en busca de su destino. Necesitamos un Estado que favorezca y reconozca la dignidad de todos los ciudadanos, que no intente suplantarlos en el ejercicio de su libertad creativa.

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN – Junio 2008

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1 comentario:

jesús dijo...

Creo necesario resaltar la falta de madurez cívica que tenemos los argentinos, hemos sido incapaces de tener dirigentes políticos que puedan armar una ideología coherente, mas bien estamos llenos de pragmáticos. Como sociedad debemos realizar una profunda autocrítica, cada sector de la sociedad pugna por sí sin importarle siquiera al prójimo que tiene al lado, mas bien usamos la necesidad del otro como justificativo por nuestra causa.
Es tiempo que los argentinos exijamos un modelo de país donde la justicia social deje de ser una bandera política para pasar a ser un objetivo de todos, discutir la forma de distribuir la riqueza como incentivar a todos a luchar por su desarrollo en base al principio de subsidiariedad. Hay muchos temas pendientes que están sectorizados a menara de ejemplo la educación, seguridad, desempleo, salud; de todos estos temas todos debemos participar no solo cuando nos toca el bolsillo sino cuando aún las cosas no estallan.
La apatía del argentino no es más que un individualismo endógeno que solo reacciona cuando es herido, eso no sirve. Roguemos a Dios para que no permita involucrarnos más , dejar el rencor como punto de mirada y reemplazarlo por el amor, pensando que ese otro es un hermano, no un enemigo.